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«Según Lewis Smedes, la esperanza es una combinación de la imaginación, la fe y el deseo. Uno imagina lo bueno, cree que es posible, y lo desea.» -

Plantinga, Engaging God’s World, 8.

Según Tomás de Aquino, Cristo no tuvo nunca «ni la fe ni la esperanza» - porque como Dios, no necesitaba ninguna de las dos.

André Comte-Sponville, La felicidad, desesperadamente, 100.

[El presente autor cree que no es exáctamente correcto. Durante su vida terrenal, carecía de sus atributos y su conocimiento divino, y necesitaba fe y esperanza durante su vida igual que nosotros. Sin embargo, la cita fascina porque es extraño observar que Dios no necesita estas cosas pero nosotros sí.]

El filósofo André Comte-Sponville, un ateo, dice que la esperanza es una mala influencia en el mundo. En lugar de esperar un futuro que no existe, debemos amar el presente que sí existe, con todas sus fallas, y capacitarnos para cambiar las fallas del presente. No amamos a la realidad porque sea amable, sino es amable porque logramos amarla. «Se trata de avanzar un poco: de esperar un poco menos, de actuar y de amar un poco más.»

André Comte-Sponville, La felicidad, desesperadamente, 83.

Comte-Sponville dice que la esperanza arruina los momentos felices: «me acuerdo de los momentos más hermosos que he vivido; fueron momentos tan perfectos o tan simples que no dejaban nada que esperar, ni siquiera su propia continuación. Por otra parte, en cuanto nos decimos 'Ojalá que esto dure', tenemos miedo de que se detenga, y la felicidad ya no tiene la transparenciaque tenía un instante antes, cuando uno se contentaba con el presente.»

André Comte-Sponville, La felicidad, desesperadamente, 78-79.

Sin embargo, Comte-Sponville insiste que podemos seguir haciendo planes. Amar al presente y vivir en el presente no es renunciar ni el pasado ni el futuro. No es vivir en el instante sino vivir en una presente que se conecta al pasado y al futuro. «Dejar de esperar, o esperar menos, no significa dejar de acordarse, ni renunciar a imaginar o a querer.»

André Comte-Sponville, La felicidad, desesperadamente, 76.