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Dios no nos llama a tener éxito en el iglecrecimiento, en el evangelismo, en la apologética, en la consejería, en la enseñanza, etc. Nos llama a ser fieles a nuestros ministerios. Dios nos llama a la fidelidad, no al éxito. Los resultados pertenecen a Dios, y no dependen de nosotros y nuestras habilidades. Que nos calmemos en cuanto a los resultados, que sean grandes o pequeños. Enfoquémonos en cumplir con su voluntad fiel y gozosamente.

A veces me he desanimado al ver todos los conflictos, las malas actitudes y la indiferencia que hay en las iglesias. A veces mi desánimo me ha tentado a abandonar al ministerio o por lo menos transferirme a otro contexto.

Pero después de sentirme mal me doy cuenta que la existencia de estos problemas y conflictos demuestra que hay grandes necesidades aquí, que necesitan a un pastor. Donde hay problemas, hay seguridad de trabajo para los pastores. Si hubiera una iglesia perfecta, no habría necesidad de un pastor. Más bien, si nos uniéramos a una iglesia perfecta, la contaminaríamos y ya no sería perfecta, porque somos pecadores.

En lugar de anhelar la iglesia ideal, debemos dar gracias a Dios por las imperfecciones de la iglesia donde estamos. Estas imperfecciones significan que no falta trabajo para nosotros.