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Yo me dí el reto de resumir la vida cristiana en una sola idea. El candidato más obvio es “el amor” y sí, creo que el amor es el mejor resumen de la vida cristiana. Jesucristo lo resume así. Pero el amor no es una sola idea sino dos. El amor es una relación íntima, y las relaciones íntimas tiene dos partes, de dar y de recibir. Es por eso el Catecismo Menor de Westminster lo pone bien:

El fin principal del ser humano es el de glorificar a Dios, y gozar de él para siempre.

En palabras sencillas, el doble propósito de nuestras vidas es adorar a Dios (dar) y disfrutarlo (recibir).

Pero ambos aspectos del propósito de la vida son fáciles de malentender.

  • La adoración no se puede reducir al canto de himnos o a la asistencia a los cultos eclesiásticos. La adoración es una vida de obediencia y sumisión, vivida como ofrenda de gratitud a Dios.
  • Y disfrutar a Dios es más que disfrutar la vida o ser personas felices. Es disfrutar a Dios mismo. Es disfrutar todo lo que recibimos de su mano, aún las cosas que van en contra de nuestras inclinaciones, y es tomar placer en servirle y adorarle con nuestras vidas.

Siempre debemos estar tomando el pulso de nuestras vidas: ¿Estamos viviendo nuestras vidas de manera que sean regalos de agradecimiento a Dios? y ¿Tomamos placer en Dios y en las cosas de Dios?

Con base en estos dos propósitos de la vida, veo tres posibles vidas distorcionadas:

  • Una vida que ni se ofrece a Dios ni toma placer en Dios. Es la vida del no cristiano, y, desagradablemente, la vida de muchos que profesan ser Cristianos.
  • Una vida que toma placer en las cosas de Dios, pero no adora a Dios. Es la vida superficial que saca de Dios algún beneficio o placer – por ejemplo, sus oraciones son contestadas, se entretiene con los cultos, le gusta la convivencia con los Cristianos – pero que no tiene planes de reciprocar, de reorientar su vida según los planes de Dios.
  • Una vida que adora a Dios, pero no toma placer en él. Es la vida miserable que sirve a Dios y se entrega a la vida religiosa, pero como deber, no como placer. Se fatiga para Dios, pero se convierte en una persona que resiente los sacrificios que tiene que hacer para Dios, y critica a los demás por no hacer lo mismo.

En cambio, la vida bien orientada es

  • la que busca agradarse completamente en Dios, y la que busca agradar a Dios en todo
  • la que recibe la gracia de Dios con gozo, y la que responde con obras de gratitud
  • la que se somete a Dios, y lo hace con una sonrisa de satisfacción